HOJA DE RUTA DÍA SEGUNDO

Aliviados tras comprobar que no habíamos tenido ninguna baja la noche anterior, despertábamos a un nuevo día y con él, la ilusión de entrar en contacto con la nieve en primera persona.

Pero como lo primero, siempre es lo primero, había que reponer fuerzas haciendo temblar una vez más las reservas alimenticias del hotel. Pero Dios mío, cómo se puede ingerir tanto…

Teníamos tantas ganas de empezar las clases que si, un año más llegamos tarde. Y es que, recuperar el material de las taquillas, y no perder a nada ni a nadie en el intento se convirtió en una auténtica gymkana.

Y que decir del desplazamiento hasta las pistas, sin comentarios….¿Habéis visto alguna vez un bando de patos mareados? Pues eso…

Y así empezó todo: las primeras caídas, las botas que aprietan, los que no encuentran sus esquís y los que han cogido los esquís de otros, los que lo saben todo antes de empezar y los que no quieren saber nada, los kamikazes y los excesivamente prudentes, los que tiene sed y los que sorprendentemente tienen hambre. Y es que no hay nada más bonito que encontrar a una bella dama caminando con los esquís en la mano por una pronunciada pendiente porque alguien le dijo que esa pista era fácil, o que alguien te cuente tan tranquilo que se perdió porque quiso explorar y esta estación es un mundo.

Y para terminar la fructífera jornada el tiempo nos regaló una magnífica nevada que hizo las delicias de todos nuestros expedicionarios, bueno, de todos los que siguieron practicando tras el almuerzo y no se fueron a descansar sus maltrechos cuerpos.

Seguro que mañana el día nos traerá nuevas sorpresas, o quizás, solo tengamos que esperar a la noche…

Pero, ya saben que lo que ocurre en Andorra se queda en Andorra.