11 de diciembre de 2023
Aliviados tras comprobar que no habíamos tenido ninguna baja la noche anterior, despertábamos a un nuevo día y con él, la ilusión de entrar en contacto con la nieve en primera persona.
Pero como lo primero, siempre es lo primero, había que reponer fuerzas haciendo temblar una vez más las reservas alimenticias del hotel. Pero Dios mío, cómo se puede ingerir tanto…
Teníamos tantas ganas de empezar las clases que si, un año más llegamos tarde. Y es que, recuperar el material de las taquillas, y no perder a nada ni a nadie en el intento se convirtió en una auténtica gymkana.
Y que decir del desplazamiento hasta las pistas, sin comentarios….¿Habéis visto alguna vez un bando de patos mareados? Pues eso…
Y así empezó todo: las primeras caídas, las botas que aprietan, los que no encuentran sus esquís y los que han cogido los esquís de otros, los que lo saben todo antes de empezar y los que no quieren saber nada, los kamikazes y los excesivamente prudentes, los que tiene sed y los que sorprendentemente tienen hambre.
Seguro que mañana el día nos traerá nuevas sorpresas, o quizás, solo tengamos que esperar a la noche…
Pero, ya saben que lo que ocurre en Andorra se queda en Andorra.